Aldea Mundial
Pascual Falces de Binefar
Una Historia larga y gloriosa como la de España, hace que ciudades enteras vivan a la sombra de sus propias ruinas y de su nombre legendario. Cuando además, esa historia es parte del amanecer de la cultura mediterránea, algunas de ellas reúnen en sus entrañas toda la razón de ser de nuestros tiempos actuales.
En Denia, el mar Mediterráneo alcanza la península ibérica y tal vez los griegos y luego los romanos, se asentaron en ella por haber encontrado un lugar que junto a un clima altamente biológico, ofrecía una orientación y una topografía singular. Situada frente al mar, el sol que nace por su derecha, se culta a la izquierda, evitando la nostalgia de los ponientes sobre interiores resecos. Dos montículos –el del Castillo y el Olímbroy (San Nicolas) del Rey Conquistador -, a los lados de una dársena natural, -el Saladar-, y protegiéndolo todo, como primera visión costera, además, la cumbre del Montgó. Restos de todas las culturas, desde la prehistoria hasta la época moderna, han ido aflorando por sus tierras y costas. La historia de España y la de Occidente, han quedado permanentes en la ciudad y sus alrededores.
Un pueblo que aprende a leer en su pasado, tiene que escribir el presente para asentar con firmeza su futuro. Al fin y al cabo, “la patria chica” es patrimonio de cualquier hombre orgulloso del terruño que le vio nacer, y para quien sienta a Denia como suya, sabe que por su interior corren todos y cada uno de los acontecimientos históricos precursores del hombre de hoy.
Un museo sirve para algo más que para guardar cicateramente objetos antiguos o curiosidades pasadas. Es el lugar donde puede demostrarse, científicamente, la razón y el ser de la existencia de un pueblo.
El Castillo, en su estado actual de conservación, resulta un lugar ideal para continuar en su interior, la obra comenzada de reconstruir el pasado de Denia. Es un paraje histórico con testimonios de su ocupación neolítica hasta las guerras napoleónicas, pisado por todas las culturas; pobladores de la Mana Grecia y los imperialistas romanos, hasta los curiosos y desocupados turistas de nuestros días. Bien delimitados por la naturaleza y por sus muralla, reúne condiciones magníficas para conservar y enseñar la historia de la civilización occidental a través de la suya propia.
Denia es hoy día un pueblo revitalizado comercialmente, como el resto de la costa mediterránea, por un turismo hambriento de sol y de mar, que afluye como consecuencia de esa necesidad del bienestar social que son las vacaciones. Pero apenas contacta con ella, se perciben los detalles de su pasado, Diana, Arthemis, Hemeroscopeion, Sertorio, los moros, etc. y sobre todo, como presidiendo, un mudo protagonista; el Castillo. La toponimia dianense aún debería reflejar más su historia por no tener necesidad de buscar, artificiosamente, nombres inventados para los nuevos lugares urbanizados, como por fuerza ocurre en esos otros lugares nacidos por la demanda turística en cualquier ubicación inhóspita y sin historia.
Cuando el turismo artificial de masas actual decaiga, solo se salvarán del abandono aquellos pueblos que hayan encontrado razones de supervivencia en una nueva función o en su historia. Cuando la costa se pueble de de ciudades fantasma, como las actúales del desierto chileno de Atacama, una vida culta y civilizada –con el necesario comercio infraestructural-, seguirán siendo el lugar por donde todas las civilizaciones habrán de volver al Mediterráneo, como ya escribiera Marañón. Saber anticiparse es el secreto de las grandes jugadas históricas.
Los que de verdad crean en el porvenir de Denia, deben comenzar por ayudar a hacer grande su Castillo-Museo. Allí al recoger y presentar sus recuerdos, transformarán la Leyenda en Historia auténtica y dotarán de un peso específico a esta ciudad que la mantendrá tan firme en el futuro como lo fue en su pasado. Cuando se habla de historia, generalmente se asocia con hechos gloriosos, pero se olvidan los terribles baches posteriores a cada derrota e incluso, a muchas aparentes victorias. Hoy se disfruta de un triunfo turístico-comercial semejante al de toda la costa; cuando esta invasión pacífica cese y la gratuita afluencia de turistas sea solamente un recuerdo, esta ciudad podrá conservar su vitalidad si ha sabido leer en su historia.
En el porvenir, el Castillo-Museo con sus salas monográficas, paseos y jardines, con sus murallas que son privilegiadas terrazas y un vital itinerario cultural, será el nuevo faro que dé su luz hacia el interior. Se le buscará –como antiguamente se anhelaban los otros destellos desde el mar-, cuando la noche caiga sobre el sobre el fulgor actual de la costa mediterránea. El Castillo, que según Chabás, fue motivo de destrucción de Denia en tantas ocasiones, podrá convertirse en bastión cultural de Occidente, donde por esta vez la ciudad apoye el futuro de su estabilidad. En el oleaje de la Historia de España, Denia ha sido muchas veces una rompiente natural. Hora es de que pueda resarcirse, enseñando la historia de Occidente, la de España y la regional, en los pocos metros cuadrados de su recinto.
Hay otros pueblos, en otros mundos, que se han visto obligados a contratar arquitectos e ingenieros para dotar con alguna espectacularidad los museos donde recoger la historia y antropología que diera entidad a sus gentes. Estoy seguro que se hubiera considerado de los más afortunados, si entre su patrimonio heredado se encontrara algo con la envergadura histórico-natural del Castillo de Denia.
Así al menos lo entiende, con modestia, quien esto firma –médico y padre de numerosa familia-, y cautivado por el cordial y entregado carácter de las gentes de Denia y ante quienes está obligado a disculparse por esta intromisión, motivada por el interés y afecto con que ha escuchado y leído tantas cosas sobre la ciudad en que descansa, durante algunas días, desde hace diez años.
EL CASTILLO-MUSEO DE DENIA
Leopoldo tenía la piadosa costumbre de rezar y hablar con Dios todo los días.
Durante los últimos 20 años adquirió la práctica de escribir esta oración.
La presente, y última oración, corresponde al 16 de Noviembre del 2009, víspera de su muerte.
Leopoldo Martínez-Osorio Corzán
Doctor en Medicina
Denia, Agosto 1981